domingo, 26 de enero de 2020

Algunos aspectos generales


Las diferencias irreconciliables entre su mamá y mi persona, condujeron a una separación y ella decidió mudarse. El tribunal de menores la autorizó para hacerlo y dado que el niño era menor de doce años, legalmente le correspondía la guardia y custodia y yo quedé bajo régimen de visita. Se acordaron por escrito los días que le correspondía estar conmigo y se alternarían los fines de semana, vacaciones etc. Además, a la hora de viajar uno de los padres, el niño solo podría quedarse con el otro progenitor.
La madre tardó casi un año para mudarse y eso acentuó aún más las diferencias, hasta el punto que una noche Sebastián dormía en mi cuarto y el siguiente en el de ella. Me afectó cuando se mudaron. De un contacto permanente con el niño pasaba solo algunos días, incluso la primera semana no lo busqué, en parte para que él no se sintiera afectado y en parte para yo terminar de aceptar la realidad. Es el caso que Sebastián no exteriorizó en lo absoluto la nueva situación y rápido se acostumbró a tener que alternar las dos casas. Cada uno de nosotros los padres le organizamos su cuarto, para que tuviese todos los recursos que el necesitaba para estudiar y divertirse. El seleccionó los juguetes que quería tener en cada casa, y paulatinamente todos nos fuimos acostumbrando al nuevo modelo. Memorizó el horario y cuando yo tardaba en buscarlo, me llamaba para verificar si yo había olvidado buscarlo. Cuando por alguna razón por conveniencia de nosotros los padres cambiábamos el horario, se sorprendía y pedía una explicación, aunque se le hubiese informado del cambio.
El inicio de clases por nuevo año escolar nos hizo ajustar algunos acuerdos. Su mamá lo buscaba en el colegio los días acordados y los otros mi persona. Sin embargo casi todas las tardes al terminar mis labores profesionales iba a casa de su mamá a coordinar sus tareas trabajos y exposiciones de forma tal que no se afectara su rendimiento. Igualmente lo hacía los fines de semana, que no le correspondía estar conmigo. 
En la medida que fue pasando el tiempo, se fue deteriorando la relación entre la madre y mi persona, hasta el punto que hacíamos las tareas en las afueras de la casa, en mi carro o me lo llevaba a un centro comercial cercano, en el cual además de hacer las tareas y trabajos, consumíamos alguna chuchería. Esta última modalidad le dio un carácter divertido a la realización de los trabajos, pero me afectaba el presupuesto de los gastos imprevistos. Para los dos últimos años de bachillerato la madre empezó a viajar mucho al exterior, en la búsqueda de superación personal, por lo cual Sebastián ha estado todo ese tiempo bajo mi cuidado. Cuando la madre regresa, volvemos al sistema de compartir el horario al cual está acostumbrado, aunque como la estadía de la mamá es muy breve, yo lo dejo para que comparta con ella el mayor tiempo posible y a él le gusta estar con su mamá, aunque tenga algunas incomodidades. En cuanto a sus sentimientos podría afirmar que nos quiere mucho a los dos, y ha aprendido a respetar las decisiones de cada uno según con quien esté pasando el momento. Constantemente se expresa como buscando seguridad: ¡te quiero mucho! Igual nosotros le respondemos que lo queremos. Este intercambio de sentimientos se realiza indistintamente en la casa, en la calle, en un transporte, en un sitio público y en general cuando se le viene a la mente bajo la mirada rara de los que nos circunden. Sin embargo como se ha destacado a lo largo de este Blog, no es expresivo físicamente. No acostumbra a abrazar a nadie, y esto incluye a su madre. En la casa al levantarse lo hemos acostumbrado a un abrazo y un beso, cuyo abrazo es más de nuestra parte que la de él. 
Como familia acostumbramos a las celebraciones del fin de año. Eran celebraciones sencillas, con algo de música y la tradicional cena navideña. También para estas fechas nos turnábamos que el pasara la noche del 24 de diciembre conmigo y el 31 de diciembre con su mama. Al siguiente año se rotaba. Para él era igual. No se mortificaba porque tuviese que estar con uno o con el otro, simplemente era feliz por la celebración de las festividades como tal. Siempre recibió regalos el 24 de diciembre sin que tuviese para él, algún significado religioso. La mayor parte de su infancia recibió los regalos que sabíamos disfrutaría. Juguetes relacionados con su pasión del momento. Dinosaurios para armar, pistas alusivas y todo juguete que le hacían feliz. Yo se los entregaba a las 10 de la noche y no se iba a dormir hasta que lo había armado. Poco miraba los demás obsequios independiente de la calidad o la moda que representara. Su cuarto en mi casa llegó a semejar una pequeña tienda de juguetes. 
Durante estas celebraciones, yo acostumbraba pasar un rato en la casa de mi hijo Miguel Daniel incluso cuando Sebastián compartía conmigo. Él llegaba saludaba y como siempre pasaba directo al cuarto principal de su hermano a ver la televisión o armar algún juguete que había llevado. Cuando mi nieta Marielisa creció compartía con ella, más porque Marielisa lo buscaba, que porque él tuviese la voluntad de compartir, pero Marielisa no aceptaba un no como respuesta para jugar con ella. A veces salía a “informar” que su sobrina lo estaba molestando.
Después de los 15 años se mantuvo la costumbre que Sebastián estuviese en estas festividades decembrinas alternando el 24 y el 31 con uno de sus padres, pero él decidía siempre cual fecha quería estar, con su papá o su mamá. Sin embargo las celebraciones de navidad 2019 y recibir el año nuevo 2020 lo hizo conmigo por la imposibilidad de su madre de regresar a tiempo del exterior para estas festividades. Hoy en día la familia está dispersa por el mundo y nula la capacidad de compartir con ellos. Ocasionalmente mi hijo mayor Rubén nos llamaba el 31/12, y yo le informaba que su hermano había llamado y se ponía muy contento. 
La ausencia permanente de la madre tampoco parece afectarle,  y yo debo estar recordándole que la llame o que le envíe mensajes. Nada de esto lo hace por iniciativa propia. Pienso que no interioriza la distancia a la que se encuentra su mamá y o que está en otro país. Cuando le comento siempre en positivo estas cosas, expresa alegría. Cuando la madre lo llama la atiende muy bien, y ella lo llena de instrucciones a las que él responde: ¡si mamá!, ¡si mamá! Luego de la llamada, él no me hace ningún comentario de lo conversado con su progenitora. Si le pregunto me dice !ah todo está bien! Lo anteriormente comentado vale para toda su familia y amigos que tiene tiempo sin ver.
Corresponderá en este caso a su señora madre, hacer públicos los comentarios específicos que haya que hacer, sobre el comportamiento de Sebastián cuando comparte con ella, y yo debo estar alejado. El me llama, pero me imagino que lo hace, por mandato de su madre. 


1 comentario:

  1. El divorcio fue dificil no es cierto, pá? Incluso para mí. Era joven y, aunque tal vez entendía la situación, era difícil.

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