Las diferencias
irreconciliables entre su mamá y mi persona, condujeron
a una separación y ella decidió mudarse. El tribunal de menores la
autorizó para hacerlo y dado que el niño era menor de doce años, legalmente le
correspondía la guardia y custodia y yo quedé bajo régimen de visita. Se
acordaron por escrito los días que le correspondía estar conmigo y se alternarían
los fines de semana, vacaciones etc. Además, a la hora de viajar uno de los padres,
el niño solo podría quedarse con el otro progenitor.
La madre
tardó casi un año para mudarse y eso acentuó aún más las diferencias, hasta el
punto que una noche Sebastián dormía en mi cuarto y el siguiente en el de ella. Me afectó cuando se
mudaron. De un contacto permanente con el niño pasaba solo algunos días,
incluso la primera semana no lo busqué, en parte para que él no se sintiera
afectado y en parte para yo terminar de aceptar la realidad. Es el caso que
Sebastián no exteriorizó en lo absoluto la nueva situación y rápido se
acostumbró a tener que alternar las dos casas. Cada uno de nosotros los padres le
organizamos su cuarto, para que tuviese todos los recursos que el necesitaba
para estudiar y divertirse. El seleccionó los juguetes que quería tener en cada
casa, y paulatinamente todos nos fuimos acostumbrando al nuevo modelo. Memorizó
el horario y cuando yo tardaba en buscarlo, me llamaba para verificar si yo
había olvidado buscarlo. Cuando por alguna razón por conveniencia de nosotros
los padres cambiábamos el horario, se sorprendía y pedía una explicación,
aunque se le hubiese informado del cambio.
El inicio de clases
por nuevo año escolar nos hizo ajustar algunos acuerdos. Su mamá lo buscaba en
el colegio los días acordados y los otros mi persona. Sin embargo casi todas
las tardes al terminar mis labores profesionales iba a casa de su mamá a
coordinar sus tareas trabajos y exposiciones de forma tal que no se afectara su
rendimiento. Igualmente lo hacía los fines de semana, que no le correspondía
estar conmigo.
En la medida que fue
pasando el tiempo, se fue deteriorando la relación entre la madre y mi persona,
hasta el punto que hacíamos las tareas en las afueras de la casa, en mi carro o
me lo llevaba a un centro comercial cercano, en el cual además de hacer las
tareas y trabajos, consumíamos alguna chuchería. Esta última modalidad le dio
un carácter divertido a la realización de los trabajos, pero me afectaba el
presupuesto de los gastos imprevistos. Para los dos últimos años de bachillerato
la madre empezó a viajar mucho al exterior, en la búsqueda de superación
personal, por lo cual Sebastián ha estado todo ese tiempo bajo mi cuidado.
Cuando la madre regresa, volvemos al sistema de compartir el horario al cual está acostumbrado, aunque como la estadía de la mamá es muy breve, yo lo
dejo para que comparta con ella el mayor tiempo posible y a él le gusta estar
con su mamá, aunque tenga algunas incomodidades. En cuanto a sus sentimientos podría afirmar
que nos quiere mucho a los dos, y ha aprendido a respetar las decisiones de
cada uno según con quien esté pasando el momento. Constantemente se
expresa como buscando seguridad: ¡te quiero mucho! Igual nosotros le
respondemos que lo queremos. Este intercambio de sentimientos se realiza
indistintamente en la casa, en la calle, en un transporte, en un sitio público
y en general cuando se le viene a la mente bajo la mirada rara de los que nos
circunden. Sin embargo como se ha destacado a lo largo de este Blog, no es
expresivo físicamente. No acostumbra a abrazar a nadie, y esto incluye a
su madre. En la casa al levantarse lo hemos acostumbrado a un abrazo y un beso,
cuyo abrazo es más de nuestra parte que la de él.
Como familia
acostumbramos a las celebraciones del fin de año. Eran celebraciones sencillas,
con algo de música y la tradicional cena navideña. También para estas fechas
nos turnábamos que el pasara la noche del 24 de diciembre conmigo y el 31
de diciembre con su mama. Al siguiente año se rotaba. Para él era igual. No se
mortificaba porque tuviese que estar con uno o con el otro, simplemente era
feliz por la celebración de las festividades como tal. Siempre recibió regalos
el 24 de diciembre sin que tuviese para él, algún significado religioso. La
mayor parte de su infancia recibió los regalos que sabíamos disfrutaría.
Juguetes relacionados con su pasión del momento. Dinosaurios para armar, pistas
alusivas y todo juguete que le hacían feliz. Yo se los entregaba a las 10 de la
noche y no se iba a dormir hasta que lo había armado. Poco miraba los demás
obsequios independiente de la calidad o la moda que representara. Su cuarto en
mi casa llegó a semejar una pequeña tienda de juguetes.
Durante estas
celebraciones, yo acostumbraba pasar un rato en la casa de mi hijo Miguel
Daniel incluso cuando Sebastián compartía conmigo. Él llegaba saludaba y como
siempre pasaba directo al cuarto principal de su hermano a ver la televisión o
armar algún juguete que había llevado. Cuando mi nieta Marielisa creció
compartía con ella, más porque Marielisa lo buscaba, que porque él tuviese la
voluntad de compartir, pero Marielisa no aceptaba un no como respuesta para
jugar con ella. A veces salía a “informar” que su sobrina lo estaba molestando.
Después de los
15 años se mantuvo la costumbre que Sebastián estuviese en estas
festividades decembrinas alternando el 24 y el 31 con uno de sus padres, pero él
decidía siempre cual fecha quería estar, con su papá o su mamá. Sin embargo las
celebraciones de navidad 2019 y recibir el año nuevo 2020 lo hizo conmigo por
la imposibilidad de su madre de regresar a tiempo del exterior para estas
festividades. Hoy en día la familia está dispersa por el mundo y nula la
capacidad de compartir con ellos. Ocasionalmente mi hijo mayor Rubén nos
llamaba el 31/12, y yo le informaba que su hermano había llamado y se ponía muy
contento.
La ausencia
permanente de la madre tampoco parece afectarle, y yo debo
estar recordándole que la llame o que le envíe mensajes. Nada de esto
lo hace por iniciativa propia. Pienso que no interioriza la distancia a la que
se encuentra su mamá y o que está en otro país. Cuando le comento siempre en
positivo estas cosas, expresa alegría. Cuando la madre lo llama la atiende muy
bien, y ella lo llena de instrucciones a las que él responde: ¡si mamá!, ¡si
mamá! Luego de la llamada, él no me hace ningún comentario de lo conversado con
su progenitora. Si le pregunto me dice !ah todo está bien! Lo anteriormente
comentado vale para toda su familia y amigos que tiene tiempo sin ver.
Corresponderá en este
caso a su señora madre, hacer públicos los comentarios específicos que haya que hacer, sobre el comportamiento de Sebastián cuando comparte con ella, y yo
debo estar alejado. El me llama, pero me imagino que lo hace, por mandato de su
madre.