Me habían informado
sobre el sistema de Orquestas Nacionales y allí me indicaron que para ingresar
el niño debía saber leer y escribir. No había problema con esa condición ya que
si bien Sebastián estaba iniciando el primer grado, leía muy bien y
escribía claramente, aunque con bastante lentitud. Se
planificó que ingresaría en enero para que tuviese mayor soltura en la lectura
y la escritura. Además yo sabía que mejoraría notablemente, ya que conforme
relate en el Spot de ingreso a primaria, contaba con la Maestra María.
A Sebastián
le gustó la idea de estudiar música. Así que cuando formalizamos la inscripción
compramos la flauta dulce y el cuaderno de pentagrama para los ejercicios.
Captó rápidamente la esencia de la música y empezó a defenderse con la emisión
de sonidos de la flauta. Las dos jóvenes profesoras de la escuela de música,
que enseñaban este nivel, eran en verdad, dos profesionales bien capacitadas.
La una les enseñaba las técnicas de ejecución de la flauta, las notas acordes y
demás. La otra enseñaba lo relacionado con la teoría y el solfeo. Así que
Sebastián también debía cantar, y él precisamente no se destacaba por cantar, hasta
ese momento solo había cumplido con las mínimas actividades que le exigían en
primaria. Tampoco se había interesado, como si lo hacían otros niños, por
la música de su actualidad.
Iba a clases
de músicas dos veces a la semana, desde las tres hasta las seis de la tarde.
Luego había que ir a casa hacer tareas, y muchas veces terminábamos pasadas las
nueve de la noche. No obstante estas exigencias, él nunca presentó algún
malestar. A los dos meses de estar en el sistema de Orquestas, vino su
cumpleaños. Por la mañana le cantaron cumpleaños en el colegio, y por la tarde
todos los muchachos que estaban en el nivel musical de él, le cantaron el feliz
cumpleaños, con una bella interpretación coral, y él se emocionó mucho. Las
profesoras nos permitieron compartir la torta y refrescos que la madre y mi
persona habíamos comprado para la ocasión.
Sebastián se
fue interesando cada vez más en su formación musical. Practicaba en la casa
tanto lo teórico como la parte práctica de ejecución del instrumento flauta
dulce. Todos los niños de ese grupo lograron con esas profesoras, un gran nivel
de ejecución y eso condujo a las presentaciones en público, las cuales se
hicieron en iglesias, e instituciones. Simultáneamente con el grupo de flautas,
las profesoras prepararon el Coro, de forma tal que algunas flautas acompañaban
las canciones populares, que eran interpretadas a dos o tres voces, y siempre
dos o tres solistas en algunas temas. Eran presentaciones muy bellas. Las
familias que podían asistir dejaban los mejores comentarios sobre los niños.
Para mediados de año llegó el espectáculo mayor. La presentación se haría en el
centro cultural de las ciudades de Acarigua-Araure, La Casa de la
Cultura Carlos Gauna. Todo el teatro se llenó, familiares y amigos
acudieron a la cita. Todos los participantes con su uniforme se veían muy
bellos. Este programa incluyó interpretaciones del grupo de Sebastián, e
interpretaciones de canciones más clásicas por parte de ensambles de grupos más
avanzados. La orquesta completa por su gran número de integrantes usaba otros
escenarios.
Se iniciaron
las actuaciones sin mucho protocolo y cada grupo lo hizo muy bien. El grupo de
Sebastián se lució con los arreglos de música popular para flauta, arrancó
aplausos cuando interpretaron un arreglo de música clásica. La mayoría de los
que estábamos allí teníamos limitados conocimientos de la música clásica, pero
aquella interpretación de nuestros hijos, nos llegó a lo más profundo de
nuestro ser. Luego actuó el coro, del cual también formaba parte Sebastián, y
la aclamación del público no se hizo esperar. Aplaudimos a rabiar.
La gran
sorpresa de la noche se llegó, cuando anunciaron que actuaría el Coro de
Campanas. Este Coro estaba conformado por niños, jóvenes y adultos que tenían
discapacidades motoras, auditivas, del habla, con Síndrome de Down, etc. Es un
programa de música para personas con condiciones especiales. Salieron al
escenario con su bello uniforme y sus guantes blancos, y en una mesa estaban
colocadas las campanas que las profesoras le iban entregando a cada uno de
acuerdo a la nota que daba esa campana. Muchos meses de práctica permitieron
que esos músicos especiales hicieran sus interpretaciones, y bajo la dirección
de la profesora, cada campana sonaba en el justo momento que le correspondía.
Fue tan bello y sublime esa presentación, que a no pocas personas se les
escaparon lágrimas, entre ellas mi segundo hijo Miguel Daniel quien se emocionó
muchísimo. Aplaudimos de pie. Sebastián salió muy feliz de toda esa
participación y la familia con el corazón bien lleno.
A lo largo
del ese año escolar continuaron los ensayos y las presentaciones. Sebastián
acudía los días correspondientes con expresión de felicidad, y era muy raro que
no tuvieran clases. Luego le incrementaron a tres los días que debía asistir,
lo cual nos complicaba con la preparación de trabajos y tareas de su educación
formal, sin embargo siguió rindiendo en ambas instituciones. Las tareas
dirigidas lo ayudaron mucho.
Después de
un año pasó a lo que se denomina la Orquesta Escuela, que es la antesala para
llegar a la orquesta. En la Orquesta Escuela siguen profundizando sus estudios
de música pero además deben aprender a ejecutar un instrumento con el que han
de llegar a formar parte de la orquesta. Sebastián seleccionó un instrumento
llamado Fagot. Firmamos un contrato de responsabilidad con el sistema de
orquestas y le asignaron un instrumento de paquete. Así iniciaba una nueva
lucha. El fagot es un instrumento de viento y se necesita una
espiración poderosa para hacerlo sonar en la medida en que se presionan
las diversas llaves para dejar escapar el aire y producir el sonido.
Yo veía en la casa que se le hinchaba el cuello con el esfuerzo. Al legar a la
orquesta escuela le asignaron un profesora especialista en ese instrumento con
la cual Sebastián hizo mucha amistad, pero ella a su vez era estudiante de la
orquesta y no tenía mucho tiempo para enseñarle y delegaba en otro alumno más
avanzado practicante del instrumento, para que le enseñara a Sebastián.
Aquí comenzaron los problemas. Yo veía que el muchacho no le daba tiempo de
enseñarle a mi hijo, y la profesora estaba también complicada con sus clases de
la universidad. Hice el planteamiento a la dirección y la respuesta es que no
había más nadie que ayudara en ese sentido. Aun así Sebastián fue invitado a
participar en dos presentaciones de la orquesta. Yo pensaba que si no él sabía,
cómo haría para ejecutar el instrumento con precisión. Luego descubrí que
Sebastián dominaba la lectura de la partitura y sabía cuándo le tocaba entrar y
salir en la ejecución, pero no hacía sonar el fagot, solo aparentaba que estaba
tocando. Hable con él y le dije que no seguiríamos con eso y que la orquesta no
nos apoyaba para que el aprendiera y que no quería que siguiera perdiendo el
tiempo, tardes completas y no tenía quien le enseñara. Así que lo retiré de la
institución y devolvimos el instrumento en perfectas condiciones. Así terminó
esa bella experiencia musical de Sebastián.
Me la pasé muy bien en la orquesta, incluso al comenzar. Ese cumpleaños en la orquesta fue impresionante, especialmente con el coro. Pero cuando fuimos a hacer las presentaciones en diferentes lugares (y con el fagot) para conciertos, se complicó (ya que tenía tareas del colegio para hacer).
ResponderEliminar