martes, 12 de noviembre de 2019

Siguientes vacacionales

Un año después asistió a su segundo vacacional en la misma institución. Ahora mis recomendaciones eran mayores dada toda la experiencia del año anterior, además porque los jóvenes universitarios que habían contratado como recreadores, eran diferentes a los que habían trabajado un año antes y por lo tanto no conocían las condiciones especiales que presentaba mi hijo, ya que parecía más bien un niño retraído que alguien con alguna condición especial. La mayoría de sus compañeros del período anterior también repitieron. De forma tal que no fue difícil hacer que participara en todas las actividades, aportando puntos ganadores a su grupo, que en general le tenían paciencia por algunas torpezas y falta de agilidad en la parte física, comparado con los ágiles, activos y lindos compañeros y compañeras de su misma edad, limitación que compensaba con su aporte intelectual dando respuestas rápidas a cuestionarios y demás actividades de agilidad mental. A sabiendas de esta fortaleza, al formar los grupos de trabajo al inicio del programa, él tenía lugar seguro en alguno de ellos. Las actividades respondían a un programa diario, que con algunas variantes, estaban enmarcadas casi como rutina diaria, que con mucha facilidad cumplía a cabalidad y formalidad. 
En este segundo vacacional hicieron dos viajes a clubes diferentes. Igualmente él decidió que iría solo. Los dos clubes tienen instalaciones muy atractivas para los muchachos. En San Carlos, estado Cojédes hay un club de la fundación del niño. Abundan los llamados "toboganes de agua". Él estaba acostumbrado a lanzarse por esos toboganes. Sin embargo uno de ellos tiene un largo tramo cerrado, y es muy rápido, me dijo que se asustó mucho y no se volvió a subir en ese, sino en los otros.  No obstante él contaba la experiencia riéndose, en el fondo parecía que había disfrutado plenamente la experiencia, no solo de los toboganes sino del paseo en general. Fue un lindo vacacional y en el acto final, recibió su certificado de participación individual y grupal ya que ese año su equipo había logrado una mayor figuración. Cabe destacar, que aunque compartía con su grupo, solo tenía  uno o dos amigos cercanos, pero nunca llegó a la casa comentándolo o pidiendo ir a visitar alguno o que quisiera invitarlos a la casa.  Igualmente, tampoco durante las vacaciones, mostraba extrañar a sus compañeros del colegio. A lo largo del año escolar, no mencionaba nada de la actividad de vacaciones, de sus amigos o de los instructores. 
En su tercer año como miembro activo de los vacacionales, el grupo no viajó, ya que los costos se incrementaron mucho y por lo tanto, decidieron pernoctar en una posada, en lo más alto de la zona de Araure, por la Lucia. Los llevamos al club a las 4 de la tarde y él tomo su transporte y los que teníamos carro subimos con otros representantes para conocer el sitio. En verdad que era encantador, si bien con poco espacio como para albergar tanto muchachos por una noche y mantenerlos  ocupados en diversas actividades, hasta altas horas de la madrugada. Algunos ya llegaban a los catorce años y era mucha tentación el querer realizar actividades personales aparte del grupo. Dejé la posada pasadas las seis, confiado en que pasarían una noche muy linda. Sin embargo a las nueve de la noche empezó a llover, y fue arreciando cada vez más. Algunos padres me llamaban por si acaso yo tenía noticias, y yo llamaba a otros por lo mismo. Fue una lluvia tormentosa y no había manera de llegar hasta allá. Había en el camino varias afluentes y quebradas que sabíamos aumentaban su caudal y causaban inundaciones. No era prudente movilizarse. No quedó más remedio que confiar en que todo estaría bien. No había comunicación telefónica posible. Ellos estaban en lo más alto de una colina.
A las 10 de la mañana del día siguiente estábamos todos los representantes esperando en el club. Algunos habían decido subir con sus carros, pero yo decidí esperar. Llegó sano y salvo. Me dijo que lo paso bien, pero que hubo problemas, ya que el jefe del grupo había intercambiado gritos con los propietarios de la posada durante la noche. Después me enteré que los señores querían, que a las nueve de la noche, los muchachos se acostaran a dormir, ya que no se podía hacer nada por la lluvia, y allí comenzaron los problemas,  los muchachos estaban muy activos. Los coordinadores se las ingeniaron de verdad esa noche. Me informaron que Sebastián caminaba  en el espacio disponible, con su rutina de ir y venir. A nadie molestaba y nadie se molestó. Me contó la historia de la noche anterior sin ningún tipo de emoción.  
Repitió estos vacacionales hasta más allá de la edad permitida, porque su excelente comportamiento lo hacía merecedor de la confianza de estar con niños más pequeños, y la directiva  lo aceptó hasta que ya por su tamaño y su edad, 14 años, sobre salía demasiado del grupo. En general, disfrutó estos períodos de vacaciones. Aprendía haciendo, lo que significaba el trabajo de grupo. La mamá no le gustaba mucho porque él debía levantarse a la misma hora de período escolar, y decía, que el niño no descansaba. Pero él se levantaba feliz para que lo llevara a sus actividades diarias y sus paseos. Compartió en promedio, con 80 muchachos, y nadie lo apartó. Al contrario lo tomaban en cuenta y los facilitadores siempre lo animaban para que participara y lo cuidaban con mucho esmero. Yo compartí esa felicidad de mi hijo.
  

2 comentarios:

  1. Las vacaciones que tuve fueron increibles, no solo por los toboganes, sino también por el compartir , los amigos, y la diversión.

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