Un año
después asistió a su segundo vacacional en la misma institución. Ahora mis
recomendaciones eran mayores dada toda la experiencia del año anterior, además
porque los jóvenes universitarios que habían contratado como recreadores, eran
diferentes a los que habían trabajado un año antes y por lo tanto no conocían
las condiciones especiales que presentaba mi hijo, ya que parecía más bien un
niño retraído que alguien con alguna condición especial. La mayoría de sus
compañeros del período anterior también repitieron. De forma tal que no
fue difícil hacer que participara en todas las actividades, aportando
puntos ganadores a su grupo, que en general le tenían paciencia por algunas
torpezas y falta de agilidad en la parte física, comparado con los ágiles,
activos y lindos compañeros y compañeras de su misma edad, limitación que
compensaba con su aporte intelectual dando respuestas rápidas a cuestionarios y
demás actividades de agilidad mental. A sabiendas de esta fortaleza, al formar
los grupos de trabajo al inicio del programa, él tenía lugar seguro en alguno
de ellos. Las actividades respondían a un programa diario, que con algunas
variantes, estaban enmarcadas casi como rutina diaria, que con mucha facilidad
cumplía a cabalidad y formalidad.
En
este segundo vacacional hicieron dos viajes a clubes diferentes.
Igualmente él decidió que iría solo. Los dos clubes tienen instalaciones
muy atractivas para los muchachos. En San Carlos, estado Cojédes hay un club de
la fundación del niño. Abundan los llamados "toboganes de agua". Él
estaba acostumbrado a lanzarse por esos toboganes. Sin embargo uno de ellos
tiene un largo tramo cerrado, y es muy rápido, me dijo que se asustó mucho y no
se volvió a subir en ese, sino en los otros. No obstante él
contaba la experiencia riéndose, en el fondo parecía que había disfrutado
plenamente la experiencia, no solo de los toboganes sino del paseo en
general. Fue un lindo vacacional y en el acto final, recibió su certificado de
participación individual y grupal ya que ese año su equipo había logrado
una mayor figuración. Cabe destacar, que aunque compartía con
su grupo, solo tenía uno o dos amigos cercanos, pero nunca llegó
a la casa comentándolo o pidiendo ir a visitar alguno o que
quisiera invitarlos a la casa. Igualmente, tampoco durante las
vacaciones, mostraba extrañar a sus compañeros del colegio. A lo largo del año
escolar, no mencionaba nada de la actividad de vacaciones, de sus
amigos o de los instructores.
En
su tercer año como miembro activo de los vacacionales, el grupo no viajó, ya
que los costos se incrementaron mucho y por lo tanto, decidieron pernoctar en
una posada, en lo más alto de la zona de Araure, por la Lucia. Los llevamos al
club a las 4 de la tarde y él tomo su transporte y los que teníamos carro
subimos con otros representantes para conocer el sitio. En verdad que era
encantador, si bien con poco espacio como para albergar tanto muchachos por una
noche y mantenerlos ocupados en diversas actividades, hasta altas horas
de la madrugada. Algunos ya llegaban a los catorce años y era mucha tentación
el querer realizar actividades personales aparte del grupo. Dejé la posada
pasadas las seis, confiado en que pasarían una noche muy linda. Sin embargo a
las nueve de la noche empezó a llover, y fue arreciando cada vez más. Algunos
padres me llamaban por si acaso yo tenía noticias, y yo llamaba a otros por lo
mismo. Fue una lluvia tormentosa y no había manera de llegar hasta allá. Había
en el camino varias afluentes y quebradas que sabíamos aumentaban su caudal y
causaban inundaciones. No era prudente movilizarse. No quedó más remedio que
confiar en que todo estaría bien. No había comunicación telefónica posible.
Ellos estaban en lo más alto de una colina.
A
las 10 de la mañana del día siguiente estábamos todos los
representantes esperando en el club. Algunos habían decido subir con
sus carros, pero yo decidí esperar. Llegó sano y salvo. Me dijo que lo paso
bien, pero que hubo problemas, ya que el jefe del grupo había intercambiado
gritos con los propietarios de la posada durante la noche. Después me enteré
que los señores querían, que a las nueve de la noche, los muchachos se
acostaran a dormir, ya que no se podía hacer nada por la lluvia, y allí
comenzaron los problemas, los muchachos estaban muy activos. Los
coordinadores se las ingeniaron de verdad esa noche. Me informaron que
Sebastián caminaba en el espacio disponible, con su rutina de ir y venir.
A nadie molestaba y nadie se molestó. Me contó la historia de la noche anterior
sin ningún tipo de emoción.
Repitió
estos vacacionales hasta más allá de la edad permitida, porque su excelente
comportamiento lo hacía merecedor de la confianza de estar con niños más
pequeños, y la directiva lo aceptó hasta que ya por su tamaño y su edad,
14 años, sobre salía demasiado del grupo. En general, disfrutó estos períodos
de vacaciones. Aprendía haciendo, lo que significaba el trabajo de grupo. La
mamá no le gustaba mucho porque él debía levantarse a la misma hora de período
escolar, y decía, que el niño no descansaba. Pero él se levantaba feliz para
que lo llevara a sus actividades diarias y sus paseos. Compartió en promedio,
con 80 muchachos, y nadie lo apartó. Al contrario lo tomaban en cuenta y los
facilitadores siempre lo animaban para que participara y lo cuidaban con mucho
esmero. Yo compartí esa felicidad de mi hijo.
Muy interesante historia
ResponderEliminarLas vacaciones que tuve fueron increibles, no solo por los toboganes, sino también por el compartir , los amigos, y la diversión.
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