Hasta la
culminación del tercer año, estuve ayudándolo en todas las materias. El hacía
su plan de trabajo en una hoja de World que luego almacenaba en Drive,
con lo cual yo podía ver lo que él tenía pendiente. Yo revisaba tanto el
plan como la ejecución del mismo. Era una práctica que veníamos ejecutando
desde la educación primaria y que se perfeccionó en secundaria. La preparación
de cada materia se hacía cuidando al máximo los detalles y para las
exposiciones se utilizaba, una lámina de papel bond, donde reflejaba
su mapa mental, el cual se fundamentaba en el mapa conceptual; al esquema
le añadía algunos aspectos, que según mi experiencia, me parecían
relevantes, con ejemplos prácticos o en su defecto, alguna anécdota, así
como también algunas relaciones con la vida diaria. Este sistema de trabajo se hizo
rutinario y lo manejaba a la perfección. Se practicaban las presentaciones
tanto frente a mi como con su mamá, cuando estaba con ella, usando las técnicas
conocidas para una buena comunicación. En casi todas las exposiciones que
realizó en el colegio siempre obtuvo la máxima calificación y casi ninguna
corrección por parte del docente. Ya para este momento poseía
un timbre de voz grave, y un desenvolvimiento como el mejor profesor.
En el colegio se usaba como ayuda principal la lámina de papel
bond, ya que la institución educativa no disponía de otros ayudas
audiovisuales. Ocasionalmente usaron video-beam alquilado por los propios
estudiantes y yo lo apoyaba para el uso del PowerPoint.
A partir
del cuarto año algunos contenidos ya no me eran tan familiares, sobre todo
en física, química y matemática. Yo le dije: hijo cada vez es menos lo que
puedo ayudarte, debes trabajar tú solo. Y así lo hizo. Las materias
científicas las estudió prácticamente sin mi ayuda. No obstante muchas veces el
gran esfuerzo de horas de trabajo no se reflejaban completamente en los
exámenes, pero luego se preparaba para las pruebas de recuperación que sumado a
otras calificaciones le permitían lograr los objetivos. Sin embargo la
auto-organización se le hacía difícil. El debía simultáneamente prepararse para
las pruebas de recuperación así como para las demás evaluaciones y presentación
de trabajos. Yo debía estar siempre pendiente de todo y ayudándolo en la
organización, y ejecución incluso estableciéndole el orden y prioridad de las
actividades que debía ejecutar, y también el tiempo a emplear en la preparación
de cada materia. Con cierta frecuencia le chequeaba como iba, o sí en
algún problema que no lograba el resultado, le ayudaba a conseguir el error, no
pocas veces el error estaba en que había copiado mal la clase o había un
espacio en blanco en su cuaderno, justamente porque en plena clase, se dejaba
llevar por sus pensamientos, sueños o ideas. Le era fácil "desaparecer del
salón". En su mente siempre estaban sus programas favoritos de televisión,
los que tenía programados, los que tenía grabando o simplemente el
recuerdo de alguna escena cómica y repentinamente se echaba a reír, sin
molestar a los demás, pero sin que para ellos tuviese algún
sentido. Al respecto, en una reunión o consejo de profesores, un docente
dijo que Sebastián era muy inteligente pero que presentaba falta de atención.
Una profesora, que si estaba consciente de la condición especial de él,
les comentó a los demás profesores, que los que no estaban concentrados
eran ellos, porque Sebastián justamente se concentraba de tal manera en su
mundo, que se alejaba del nuestro. Además la profesora explicó acerca de la
condición asperger que si había detectado en el joven. Los docentes me llamaron
y se extrañaron que yo no les hubiese hecho saber ese información, les
expliqué que no lo había hecho, justamente para evitar que lo trataran
diferente a los otros estudiantes, y que no se le exigiera por igual. Así se
hizo hasta el último día de clases y de exámenes en quinto año. En este orden
de ideas quiero destacar que estoy consciente que algunos profesores sí
tuvieron un cierto trato especial con él, ya que como su comportamiento era
ejemplar, su asistencia casi 100% salvo algún malestar que lo obligara a no
asistir, sus fallas no eran por irresponsabilidad sino por no haber oído las
instrucciones o no haber anotado la fecha tope para la entrega alguna tarea, o
en su defecto, detectaban, que sus compañeros lo ignoraban y no le habían
dado la información; por lo tanto le daban la oportunidad de recuperarse; él sé
ganaba eso ya que siempre era muy respetuoso. Para todo pedía permiso o
se disculpaba, y cuando se complicaba se iba a la coordinación a buscar
solución para algún problema que se le presentara y se echaba la culpa, y sabía
que yo me sentiría incómodo porque él había “fallado”. El llamado de
atención de mi parte siempre era el mismo: “Sebastián debes anotar todo, te lo
repito siempre; ¿Cómo hago para que estés más pendiente de tus asignaciones?,
lo que variaba era mi tono de voz de acuerdo a mi estado de ánimo, y él se
limitaba a decir,! si papá!, !si papá!, o se quedaba muy callado.