sábado, 26 de octubre de 2019

Educación Preescolar


Mas temprano que tarde la familia fue observando que Sebastián era diferente a otros niños. Algunos consideraron que era alguna enfermedad y otros que no era algo para preocuparse y que no todos los niños eran iguales. Su mamá y mi persona empezamos a conversar con amigos médicos, sobre los aspectos que observamos en el niño, como la búsqueda de aislamiento en reuniones, poco interés en las conversaciones, mínima participación en los juegos con otros niños y su refugio en la televisión, video juego y los dinosaurios.  Sin embargo no lo llevamos a ninguna consulta formal por el temor que pudiera prescribirle algo que empeorara la situación. Fue Mariela Batista, una especialista en dificultades de aprendizaje y directora y propietaria de una escuela de Araure, quien hizo un diagnostico temprano del comportamiento de Sebastián. Me dijo que el cuadro se enmarcaba dentro del autismo y que necesitaba una atención educativa especial. Inicié investigaciones en internet pero ninguna me daba elementos suficientes para catalogarlo como autista.  Pero desde ese momento se ahonda nuestra atención hacia mi hijo porque rápidamente percibí que el entorno en el que vivíamos, no estaba preparado para los casos especiales. Sin embargo la familia fue aceptando paulatinamente el comportamiento diferente del niño.

La vida preescolar de Sebastián fue en líneas generales normal. Su asistencia a clases y la buena aceptación por parte del entorno en el cual no se veía tan diferente. Sus maestras eran maestras generales y no tenían la preparación para darse cuenta de que tenían allí un niño con condiciones especiales. Algunas actividades realizadas a manera de diagnostico arrojaron como resultado que podía y debía asistir a cualquier escuela y que la parte especial sería responsabilidad de los padres, en parte porque en la zona de Acarigua Araure no había instituciones especializadas en autismo y además, porque se nos recomendaba llevarlo a centros especializados en Caracas y no teníamos los recursos para ello. Así que Sebastián culminó su preescolar en forma satisfactoria no sin muchas peleas de mi parte con los docentes, por descuidos en la forma de enseñar lectoescritura y ejercicios mal elaborados que conducían a un aprendizaje erróneo de los niños. Pero los docentes y su entorno de las dos escuelas de preescolar a las que asistió, una pública y otra privada, no llegaron apreciar en Sebastián nada que les hiciera pensar que El presentaba condiciones especiales. Nosotros tampoco se lo hicimos saber. Muy bueno en lecto-escritura; excelente desenvolvimiento en exposiciones y dramatizaciones; disposición para participar en bailes y actos musicales, aunque con poca destreza. Presentaba dificultades en la motricidad gruesa.

Con cuatro años ingresó en segundo nivel de preescolar en una escuela pública. Su maestra ya entrada en años, con una auxiliar muy joven y sin la formación docente adecuada para atender las necesidades integrales de los pequeños, pero Sebastián iba feliz a su escuela. Una vez organizaron un paseo para el aeropuerto de la ciudad. Debía ir solo con las maestras y el grupo, y en conocimiento del auto aislamiento que siempre tomaba el niño, pensando que en algún descuido podría quedarse parado el algún lado y lejos del grupo, yo les dije que lo llevaría a clase hasta la hora de irse al paseo.  Así lo conversé con él y estuvo de acuerdo. Creo haber entendido que estaba de acuerdo. En efecto al día siguiente lo dejé en su clase y a las nueve fui a buscarlo. Cuando vi el transporte que la Alcaldía había mandado para llevar a los niños, no me arrepentí de no dejarlo ir. Era un camión de transportar obreros de la alcaldía, y sin ningún tipo de seguridad, abierto por la parte de atrás para subir y bajarse el personal. Es el caso que al recogerlo las maestras nuevamente me pidieron que lo dejara ir, que todos los niños estaban motivados con el paseo. Les dije que no, y mi me alejé del grupo con Sebastián, pero para mi sorpresa él empezó a llorar sin decir nada, le pregunté si quería ir y le cambio la cara de alegría. Bueno aquí todas mis angustias se incrementaron pero no me quedó más remedio que dejarlo que se subiera al camioncito de obreros de la Alcaldía de Araure, y ver a esos niños tan felices, entre ellos mi hijo, me hizo comprender que era mi deber ir escuchando los mensajes que el niño me enviara por cualquier medio, porque estaba conformándose su carácter y empezaba a luchar por sus derechos. El viaje al aeropuerto le gusto mucho y me dijo que había visto aviones, y hasta ahí todos los detalles del paseo, los cuales debí complementar con las maestras, quienes me comentaron que lo había disfrutado.

Para cursar el tercer nivel de preescolar lo traslade a una institución privada. No hubo diferencia en cuanto al nivel académico de sus maestras y la dirección de la institución estaba mas pendiente de lo económico que de lo académico, y menos percatarse de que Sebastián Daniel presentaba un comportamiento diferente. Su rendimiento académico fue excelente, siempre contando con mi apoyo pedagógico en casa.  Al finalizar el año escolar a pesar de haber ensayado para el acto final la maestra no lo incluyó pero no nos participó ni tan siquiera antes de iniciarse el acto, y se le había comprado su vestuario. Cuando vi que sus compañeros estaban preparado para salir hacer su baile, allí sentado entre los asistentes, lo cambié y cuando se inició el número de su salón, lo subí a la platea y el niño participo. Sobra decir la expresión de molestia de la maestra y la directora de la institución, comparado con la cara de alegría y felicidad del niño la satisfacción de su mamá y mi persona y de otros padres que se dieron cuenta del detalle.  Ese día se ratificó mi pensamiento que Sebastián necesitaba de protección para no ser excluido, estando respaldado por las normativas educativas  del país.

1 comentario:

  1. Tuve suerte de que encontraran a un médico especializado en el autismo (o condiciones médicas con relación al autismo). Por cierto, realmente quise ir a ver esos aviones, y valió la pena.

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