A partir
de los tres años se inició en la práctica de natación. Los instructores
percibieron que era un niño con condiciones especiales, y le tenían mucha
paciencia porque demoraba un poco más en la aplicación de las técnicas que le
enseñaban. Aun así, aprendió muy rápido, y empezó a competir haciéndolo
muy bien en su categoría, e incluso llegó a representar a la institución, Club
Luso Venezolano, en varias competencias, logrando puntos importantes para
el equipo. Cuando ganaban por equipos o individual él no mostraba la euforia
típica del ganador, aunque se aplaudía así mismo. Sin embargo era temático con
cualquier cosa que flotara en la piscina. Es algo normal en zonas de mucha
brisa, que las hojas y los insectos caigan al agua y el inicio tempranero de
las competencias no da tiempo a una limpieza perfecta. En
una actividad iba de primero en su tabla de natación,
pero al acercarse a la meta vio las hojas que justo estaban en
la llegada, por lo cual disminuyo de tal forma el ritmo, que perdió la
competencia, nada más por el temor a tener contacto con las impurezas que
flotaban en la piscina. Para la familia y amigos del club, no resultaba
comprensible esa actitud, y para uno como padre le era difícil aceptar, que
para tu hijo lo importante no era ganar la medalla, sino no
tocar las cosas raras de la piscina. Le compré un helado como premio a su
participación. Costo muchos años de visitas a ese ambiente en situación de
recreación, para que aceptara algún insecto y hojas a su alrededor, mientras desfrutaba
del baño. Después de los entrenamientos, el grupo de natación
compartía otros juegos o se sentaban en las mesas a tomar algo, y "echar
sus cuentos", actividades en las cuales Sebastián no participaba. Yo me
sentaba con los muchachos para motivarlo a compartir, pero luego de quince
o veinte minutos, se apartaba o me pedía que nos fuéramos. Cumplidos dos años
de entrenamientos y competencias dijo que estaba cansado y no participó más.
Cuando íbamos solo por recreación, le gustaba estar un máximo de dos horas en
la piscina, y por supuesto practicando su rutina favorita o haciendo que le
controlara cuanto aguantaba debajo en el agua, y luego me pedía que nos
retiráramos a casa. Disfrutaba mucho cuando su hermana Dana nos
acompañaba, y también cuando se hacían los grupos familiares compartía un poco más.
No llegó hacer amistad en el club con algún otro niño y no
compartía tampoco si se nos acercaba algún amigo o compañero de
actividades escolares, recreativas o culturales en las que también
participaba fuera del club. Respondía al saludo y nada más. Algunas
veces las amistades se acercaban dentro de la piscina para hacer
juegos o lanzarse agua, luego de una corta participación seguía con su rutina
individual apartándose del grupo. Se hundía y luego saltaba fuera del agua una
y otra vez y aplaudía, y podía estar haciendo esa rutina por media
hora. Lanzarse del trampolín le atraía y llegó a lanzarse desde el más
alto. El club dispone de un "tobogán de agua" bastante largo y
aprendió a lanzarse y lo disfrutaba muchísimo aunque siempre en forma
individual. Sebastián usó las instalaciones infantiles del club pero siempre se
mantenía aislado, lo que llamaba mucho la atención de otros muchachos, pero
como yo estaba siempre cerca no le hacían ninguna burla. Este
comportamiento de auto-aislarse se mantuvo siempre, y aunque dejamos de
ser miembros de ese club en el 2017, él nunca ha manifestado que
extrañe o quiera ir a la piscina.
Por
otra parte, la madre lo encaminó a la práctica organizada
del baseball. Lo llevó a una institución especializada en
la formación de jugadores. Yo no estuve de acuerdo ya que tenía el temor
de que recibiera un pelotazo, porque sabemos que desde temprana edad, los
niños que adoran el baseball, son en su mayoría unos bellos peloteros.
Sebastián parecía entusiasmado pero luego de varias prácticas la madre no lo
llevó más, justo porque durante los entrenamientos el niño bajaba su atención y
mentalmente se escapaba y no podía seguir el ritmo de los otros niños, por
lo cual era apartado para actividades individuales de mejoramiento. Nos
fue más fácil abandonar que insistir con la actividad, sobre todo porque yo no
podía apoyarlo en el horario de las prácticas.
En
ese mismo período intentamos con football y fuimos durante un tiempo al
campo; lo estuve entrenando para que entrara en la escuela de
football, pero igualmente no mostraba entusiasmo con la práctica de este
deporte, tampoco prestaba atención a los juegos a los que asistíamos, y
como simplemente no mostraba ningún interés, se abandonó esta nueva iniciativa,
aunque de alguna manera seguíamos buscando alguna disciplina que le
interesara. Más adelante relataré otros intentos deportivos que hicimos y
sus resultados.