jueves, 5 de marzo de 2020

Marzo 05 2020

Usando los medios de transporteDesde que nació Sebastián siempre sus padres tuvimos carro propio. Como decimos los venezolanos el bebé dio "guerra" para dormirse por la madrugada. Mis hijos mayores fueron mas "decentes", respetaban el horario. Luego del tetero de las dos de la mañana no había forma de que se durmiera. Nos turnábamos con la madre para pasearlo en su cochesito, y cuando se dormía ya era hora del siguiente tetero y se despertaba nuevamente, fueron días de mucho trasnocho. Una noche se me ocurrió subirlo en el carro y darle una vuelta, y fue un descubrimiento mágico, el bebe se durmió inmediatamente. De ahí en adelante si el clima lo permitía Sebastián salía de madrugada de paseo. 
No se si es una conducta aprendida, pero mas se tardaba en subirse a un carro que en quedarse dormido, comportamiento que se mantiene aun hoy día.
Lo acostumbramos a que debía ir en el puesto de atrás, sin embargo ni mi carro ni el de su mamá tenían cinturón de seguridad, por eso, cuando ellos podían, alguno de sus hermanos o familiares lo cargaban. No obstante cuando salía conmigo a visitar a su hermano Miguel Daniel, iba solo en el puesto de atrás del carro y no pocas veces terminó el piso del carro cuando frenaba, pero nunca lloró, solo reía, siempre colocaba algo que le amortiguaba el "golpe".
Al mejorar la situación económica, pude comprar un carro moderno y por lo tanto lo "amarraba" en el puesto de adelante con el cinturón de seguridad y el se acostumbró a esa modalidad. Al crecer empezó a usar el cinturón de los puestos de atrás. Como la madre tenía una camioneta ranchera de las antiguas que yo le había regalado, ella debía transportarlo en el piso del asiento delantero o en el puesto de atrás sin ninguna medida de seguridad ya que el vehículo no disponía de los cinturones. Nunca ocurrió ningún incidente o por lo menos no me lo contaron. Pero él era feliz.
Cuando llegó a la edad escolar y de las actividades complementarias, alternábamos con la madre para llevarlo y buscarlo. Mi carro tenía aire acondicionado, la camioneta de la madre no. El se acostumbró a la situación pero cuando subía a mi carro lo primero que hacía era encender el aire acondicionado y luego el equipo de sonido. Entonces yo le decía que si el carro de su mamá no tenía el AC porqué el no podía viajar en mi carro sin encenderlo, y me respondía, "bueno el de mi mamá no tiene y este sí".
Llegó un momento que la camioneta de la madre era mas las veces que estaba accidentada que buena, y yo asumí la responsabilidad total de buscarlo y llevarlo a casa de la madre cuando correspondía y por supuesto a la mía, según lo acordado. Igual solución le dimos al transporte para las actividades complementarias, las cuales se fueron sucediendo en la medida que iba creciendo, iniciación al piano, danza, escuela de música, tareas dirigidas, teatro, etc, ya descritas en Posts anteriores.
Viajábamos con cierta frecuencia a la playa, y a reuniones familiares en la ciudad de Valencia. Anualmente íbamos a Caracas y dejábamos el carro en el hotel para desplazarnos en el Metro de Caracas, para visitar los sitios turísticos y culturales de la gran capital. También aprovechábamos para reunirnos con mi cuñado Rodolfo Zielinski y su familia, y Sebastián disfrutaba plenamente de esos viajes con las limitaciones que le daban su condición especial que paulatinamente se le iba manifestando. Cuando viajábamos los dos solos, dormía plácidamente y luego se despertaba y colocaba su música que tenía en un pendrive. Su hermana Dana le grabó como ciento cincuenta canciones, pero él solo oía alrededor de 8, y las colocaba una y otra vez durante todo el trayecto. Algunas veces lo obligaba a que dejara correr la secuencia de canciones, y lo hacía con pocas ganas. El y yo hicimos un viaje a Puerto Ordaz, Estado Bolívar, y usamos el avión como medio de trasporte. Era la primera vez en un avión, y como ha sido normal en él, iba callado mirando al exterior y ocasionalmente me mostraba algo que le llamaba la atención. En el regreso nocturno estuvo pendiente de las luces de los pueblos que sobrevolábamos. Disfruto del viaje en este medio de transporte. No se el comportamiento de Sebastián Daniel en los viajes Internacionales ya que estos los hizo con la madre y sus hermanos y no tengo mayor información.
Cuando se fue complicando la situación económica de Venezuela, su mamá comenzó a buscar soluciones fuera del país y por lo tanto asumí la responsabilidad total de la custodia de Sebastián. La madre le dejaba siempre un stock de víveres no perecederos y por supuesto yo atendía lo demás. Pero volviendo al tema del transporte, los ladrones entraron al garaje de mi casa y se llevaron muchas piezas de mi carro, las cuales costaban mucho reponerlas. Yo hice una proyección de lo que significaba el costo de tener carro, mantenerlo funcional, incluyendo los gastos por mantenimiento preventivo, y posibles robos, e hice un balance de carro propio contra transporte público ineficiente. Opté por usar el transporte público. Vendí el carro sin repararlo, tal como lo dejaron los maleantes. Fue un duro cambio para los dos. Debíamos levantarnos muy de madrugada preparar los desayunos para llevar, vestirnos y estar entre los primeros en la cola para tomar cualquier vehículo que brindara transporte. Si no madrugábamos, lo mas seguro era que llegáramos muy tarde, a nuestro destino. A veces era un auto, otras veces camionetas tipo pick up,  autobuses pequeños llamados busetas, así como camiones. De alguna manera íbamos desde la Urbanización Camburito, que queda fuera de la ciudad, hasta la avenida cinco de Diciembre, cerca del Colegio Gran Mariscal de Ayacucho. Llegábamos al colegio a las 6: 15 AM, y el vigilante, el Sr Domingo, ya había llegado y nos dejaba pasar, ya que la inseguridad en esa época era tan grande, que si nos quedábamos en la calle, era seguro que nos iban a atracar para quitarnos las cosas personales, incluido la ropa y los zapatos. Menos mal que nunca pasamos por esa mala experiencia. Aún así con estas grandes dificultades de transporte, nosotros estábamos mejor que otras barriadas, incluso la urbanización donde vivía la madre, por eso optamos que la mayor parte del tiempo se quedara conmigo.
Cuando terminaba su horario de clases, entre las 12 M y la 1:30 PM, lo  iba a buscar. Caminaba yo desde mi centro de operaciones laborales, hasta el colegio. De allí debíamos caminara hasta el centro de la ciudad para llegara a la parada y hacer la cola para tomar el transporte de regreso. Esta parte si fue muy dura y difícil. Allí se reunían usuarios no solo de nuestro barrio sino también de provenientes de otras barriadas que quedaban a lo largo de la ruta. Los carros oficiales, eran los "rapiditos", quienes tenían el derecho de hacer la ruta, y para abordarlos se respetaba el orden de llegada. Dada la alta demanda, aparecían otros proveedores, y allí afloraba lo irracional del ser humano, cuando tiene que luchar por su existencia y sobre vivencia. Había que subirse a esos transportes mediante la ley del más vivo, el mas ágil. No importaban los discapacitados, ancianos, o niños. Era prácticamente un asalto al vehículo y el "derecho" lo tenía el que atropellaba a mas personas para subirse. Sufrí mucho porque debía hacer que Sebastián tomara el transporte sin que le hicieran daño. Al mismo tiempo si yo lo empujaba para que se subiera, debía ingeniármelas para inmediatamente subirme también y no se quedara solo en el transporte. Una vez arriba ayudaba a otras personas para que pudieran abordar. Día tras día haciendo esto, nos acostumbramos a esa lucha, y llegó un momento en que Sebastián aprendió a estar pendiente y cuando llegaban los transportes especiales abordábamos muy rápido. Subía el primero y luego me recibía los peroles, para poder yo acceder.
Si ya era difícil tomar los transportes durante el verano, la situación se complicaba aun mas durante el invierno. Aun en plena lluvia había que subirse a los camiones, tanto de ida, como de vuelta. Había que soportar aquella penuria, y uno como padre no quiere eso para sus hijos, menos si este tiene una condición especial. Sin embargo esto no parecía inmutar a Sebastián. Una vez de regreso, subimos al camión y empezó a llover, la lluvia fue arreciando tanto que cuando llegamos a casa estábamos empapados, incluso el bolso con los libros y útiles de Sebastián. Estos se humedecieron pero no se dañaron. Menos mal que no nos resfriamos, hice cafecito antes del almuerzo y cortamos el frío. Yo diría que disfrutamos esa experiencia. La que si no disfrutamos fue la vez que nos toco subirnos a un camión cava. Apenas una puerta lateral abierta y no entraba suficiente aire. Eramos solo 15 o 20 personas porqué era muy difícil subirse. Empezamos a sudar y a ligar que por la lluvia no se le ocurriera a alguien cerrar la puerta. También llegamos a casa empapados, pero de sudor. Mas nunca tomamos ese medio de transporte.
Los fines de semana la situación del transporte se complicaba aun mas, porque los propietarios de las unidades no salían a trabajar. Sin embargo yo guardaba recursos para tomar un Taxi de regreso cuando íbamos al centro comercial, generalmente al cine. Empero el precio de ese servicio especial de taxi  se fue encareciendo tanto, que decidimos ir a la parada a esperar nuestro turno. Durante el dos mil diecinueve la situación del trasporte fue mejorando y si bien hicimos colas, la situación se hizo cada vez menos complicada, y surgieron complicaciones ocasionales. Una de ellas, nuestro país productor de petroleo, no tiene suficiente gasolina para surtir el mercado interno. Así que los propietarios de los vehículos deben invertir parte de su tiempo haciendo largas colas para surtir el combustible. El panorama es: pocos carros para transporte, el Autobús Yuton, que es el servicio publico oficial suministrado por el gobierno, son mas las veces que está accidentado que las que presta el servicio, y fallas en el suministro de combustible. Estamos en el 2020. Las conclusiones se las dejo al lector.

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