martes, 17 de marzo de 2020

Desafiando el trafico y activando la banca




Acaba de cumplir Sebastián 19 de años, y antes de iniciar su historia universitaria, relataré algunos aspectos relevantes que han caracterizado su vida personal hasta la fecha. Ya he mencionado algunos relacionados con sus estudios y su infancia, pero considero importante mencionar algunos otros aspectos de su desenvolvimiento personal y la relación con el Síndrome Asperger. Su madre tuvo siempre más animosa de que se independizara y adquiera confianza en si mismo para actividades que iban siendo normales para otros niños de su edad. Lo mandaba a comprar en una bodega que quedaba al cruzar la avenida principal de la urbanización. No era una avenida de mucho tráfico pero los pocos vehículos que transitaban lo hacían a velocidades que había que tener mucho cuidado para pasar al otro lado. Él se tomaba todo el tiempo que fuera necesario para cruzar bajo la supervisión de la madre o de su hermana. Aun cuando el vehículo que se acercaba estuviese aún lejos, el prefería esperar a que el vehículo pasara y así se sentía seguro. Poco a poco fue aprendiendo. 
Por varias razones la mayor parte del tiempo en la calle lo ha pasado conmigo, y yo aprovechaba para irle enseñando las precauciones para cruzar las calles, sobre todo que debía estar pendiente de las entradas de los garajes de las casas o talleres, ya que los carros generalmente salen imprudentemente. Siempre dejábamos el carro estacionado lejos del colegio y nos íbamos caminado hasta la entrada, donde lo dejaba, y donde igualmente lo recogería. Al pasar de los años empezó a irse adelante mío y no pocas veces olvidaba detenerse en la salida de los edificios cercanos. Existía el agravante del sentido de la urgencia de los padres que se desesperaban por irse pronto y olvidaban las normas de transito en zona escolar. Así que repentinamente un vehículo arrancaba muy rápido desde los estacionamientos y había que estar muy pendiente para no ser atropellado. Él se fue retando así mismo y llegó un momento en que yo lo dejaba en una esquina y él se iba solo hasta la puerta del colegio, e igual al mediodía, se iba caminando hasta donde yo lo esperaba en el carro. Eso si, no tenía que cruzar calles, solo iba por la acera. Cuando terminaba el horario escolar los muchachos salían del colegio y se pasaban a la acera del frente, que había sombra y además vendedores ambulantes de helados, así como también una librería formal. Generalmente era muy difícil cruzar, los padres con sus carros no estaban pendientes de los escolares, los escolares debían estar pendientes de los carros y eludirlos aprovechando la parada mientras recogían a sus hijos. Sebastian optaba por quedarse allí hasta que yo lo iba a buscar. Un día que debía salir a la una treinta, terminó a las doce, y cuando llegue a buscarlo, estaba enfrente con los demás muchachos, me dijo que los amigos lo habían ayudado a cruzar. De esta forma aprendió a cruzar usando cortinas de sus otros compañeros. Hacerlo solo le costaba muchísimo. Con mucha inseguridad se detenía frente a los conductores y les señalaba detenerse y luego atravesaba corriendo.
Cuando vendí los carros, obligado por la situación económica, debíamos recorrer mayores trayectos, sobre todo, buscar la parada de los transportes, donde debíamos hacer la cola, y cuya lucha ya mencione en un Post anterior. Le fui enseñando la forma de cruzar en las esquinas, y a usar la cortina de otros caminantes, que generalmente eran muchos. Es importante destacar que el peatón, en las ciudades de Acarigua y Araure, y en general en toda Venezuela, no tiene protección. Debe sobrevivir al transito. Aquí no se respetan los semáforos. Uno no puede confiarse en que le corresponde pasar, ya que en cualquier momento un vehículo arranca, y los peatones son prácticamente arrollados. Adicional a esta situación está el desorden de los motorizados quienes se consideran con todos los derechos de circulación y vale lo mismo para ellos, la luz verde, amarilla o roja; que sean peatones jóvenes, adultos, o escolares; ellos pasan cuando quieren y como quieren. No tienen ningún respeto. Si para uno es un problema cruzar las calles, no es difícil imaginar la situación de muchos niños, adultos mayores y personas como Sebastián con grandes inseguridades. Por ello siempre he preferido protegerlo antes que correr el riesgo que lo atropellen. No obstante Sebastián se ha ido desafiando así mismo, y en ciertas zonas se adelanta y se la ingenia para cruzar. Recuerdo una vez que recorrió como quince cuadras adelante mío, me llevaba como una cuadra de ventaja, apenas lo veía cuando cruzaba. El se había aprendido el destino y lo hizo solo. En otra oportunidad mas reciente, íbamos hacia el centro de la ciudad y se adelantó mientras yo preguntaba los precios en algunos negocios que se encuentran por el camino. Cuando levante la vista lo vi que se me había adelantado casi dos cuadras. Iba muy rápido. Yo sabía que me esperaría en una panadería ya que la siguiente esquina normalmente es muy difícil de cruzar. Cuando llegué a la panadería no estaba allí, miré hacia atrás a ver si se había regresado pero tampoco estaba. Pasé a la acera de enfrente para tener un mayor alcance visual, y no lo veía por ninguna parte. Mire hacia la parada de los transportes como por descarte, sin embargo justo allí estaba Sebastián agitando los brazos para indicarme que ya estaba en el sitio. Había atravesado una de las esquinas del centro de la ciudad, que presentan mas afluencia de transito. Llegue hasta él y lo felicité por su logro, respondiendo simplemente, !ah fue fácil!
No obstante que él sigue su lucha frente al desordenado transito de la ciudad, busca seguridad colocando su mano en mi hombro para cruzar en las esquinas mas congestionadas. Pienso que llegará un momento en que logrará desenvolverse solo a mayor escala, ya que actualmente va y viene entre la universidad y "nuestro centro de operaciones", la panadería Tropipan. Debe cruzar cuatro calles por una misma acera, y ya lo hace muy bien. A veces lo dejo solo en la Panadería porque sus clases no comienzan aún, pero debe estar pendiente para no llegar tarde. Se queda contento allí porque es una zona wifi. Pone una alarma en su celular y también el personal de la panadería, que le tienen mucho cariño, se encargan de recordarle la hora de irse a clases.
Como vivimos lejos de nuestra zona de influencia, debo acompañarlo en los transportes hasta el destino, así fue siempre y lo sigue siendo hoy en día aun a sus diecinueve años. Al subir le digo que debe esta pendiente de donde debemos quedarnos, que es prácticamente el mismo sitio todos los días. Como es usual en él por su condición especial, durante el trayecto se escapa a su mundo, incluso balbucea palabras en Inglés, yo a propósito yo dejo pasar la parada, y repentinamente se da cuenta y empieza a indicarle al conductor en forma alarmada: !parada por favor! Cuando descendemos del vehículo yo le digo que tiene que mantenerse en este mundo en el corto trayecto, ya que pronto lo enviaré solo. Todavía no logra estar siempre pendiente.
Cuando abordamos la unidad de transporte público para regresar, siempre busca que nos sentemos en un lugar donde pueda dormir. Son solo veinte minutos de viaje, pero él se queda profundamente dormido, y debo despertarlo al llegara a la urbanización. Esta corta siesta le permite recuperar el sueño que no completó por la mañana debido a la salida tempranera. Esta siesta es un rito y lo hace simplemente para llegara a sus actividades "ocultas" con su celular. Si no logramos un puesto con comodidad para dormir, llega a casa y hace su siesta.
Cambiando de tema, relataré ahora algo que quizás no sea tan relevante, pero que muestra que todas aquellas actividades que impliquen una metodología, un paso a paso, son muy fáciles de aprender para él y repetirlo sin equivocarse. Es el caso que a apenas el banco Mercantil de la ciudad lo permitió, su mamá le abrió un cuenta de ahorro. El sabía que tenía una cuenta pero lo único que ocasionalmente hacía era una consulta por cajero automático. Lo hacía tan pocas veces que siempre habíamos de repetirlo como hacerlo, generalmente el mayor uso era para realizar la actualización de la clave por espiración de la misma.
Cuando cumplió los dieciocho años, fuimos a la oficina bancaria para actualizar la información y pasar a ser titular de su cuenta. Era la primera vez que estaba frente a un oficinista bancario. Aunque la analista que lo atendió era muy amable, debí asistirlo con alguna información que le solicitaban. Debimos ir dos veces, y en la segunda yo lo dejé que estuviera solo, aunque de vez en cuando me miraba como pidiendo aprobación pero yo hacía que no lo veía. Todo salió bien.
El tener esta cuenta adicional a las mías, nos alivió un poco la obtención de efectivo, que generalmente es escaso en nuestro país, y los bancos solo están autorizados a entregar limitadas cantidades por una sola operación diaria de retiro. Tanto la mamá como mi persona le transferimos fondos a la cuenta de él, en parte por el efectivo y en parte para que aprendiera a utilizar su tarjeta de débito. Como las cajeras del banco Mercantil de Araure conocían la condición de Sebastián, se nos hizo mas fácil iniciar las prácticas de retiro. Nos colocamos en la cola de personas con discapacidad y de tercera edad. Las primeras veces yo lo asistí  con la información que pide el formato para retiro, monto, firma, numero de cédula y huella, así como entregar la libreta y el formato una vez lleno. Para el monto el debía preguntar: cuánto están dando?. La cuarta vez lo dejé ir solo. Una persona estaba molesta porque Sebastián estaba en esa cola siendo Joven. Yo lo dejé que se desahogara y luego saqué el documento de calificación de condición especial y se lo mostré al señor, quien no sabía que yo era su padre. En el ínterin Sebastián tuvo dudas y empezó a llamarme y allí se le aclararon todas las dudas del amigo en la cola. Se vino hacia mi, con su voz muy grave y en alta voz preguntando algo, que para los demás ya resultaba lógico. Simultáneamente la cajera llamándolo porque había dejado el efectivo en la taquilla.
El paso adicional fue que aprendiera hacer depósitos. Como el banco da billetes que la sociedad ya no usa como circulante, hay que devolverlos al banco. La primera vez hasta yo estuve enredado. Por esa irrisoria cantidad de dinero, hay que cumplir unos protocolos bancarios tal si fuéramos a depositar millones, lo cual nadie hace hoy en ´día, y menos en efectivo. Depositó un par de veces pero siempre debo ayudarlo, mas por la deficiencia en la impresión del formato que por las técnicas del depósito.
El uso de su instrumento financiero tarjeta de débito dado lo amigable de estas operaciones por los puntos bancarios de los negocios, lo aprendió con suma facilidad. Lo asistí solo un par de veces, sobre todo a que debe estar pendiente del monto que le están cobrando, ya que en la mayoría de los puntos no dan el print de la operación y los que poseen equipos modernos con conexión celular, pocas veces te muestran el monto aprobado. Ya aprendió a verificar la información y le gusta hacer sus gastos personales. Un día la madre le transfirió dinero pero él debía hacer compras de víveres. Cuando le dije que había dinero allí en su cuenta y que debíamos salir hacer esas compras, me sorprendió cuando me disparó la siguiente afirmación: ¿hasta cuando yo voy a tener esas responsabilidades? Él había entendido que esa era su dinero para sus diversiones y no en cosas de la casa. Me reí y luego le hice las explicaciones, pero no las terminó de aceptar de muy buena gana. Por lo menos sé que cuando él acumule dinero por su profesión, va administrarlo muy bien.

1 comentario:

  1. Poco a poco tuve que aprender por mi cuenta a cruzar la calle, y tomo un poco de tiempo y practica (MUCHA PRÁCTICA), pero eventualmente logré hacerlo con mucha facilidad (pero todavía necesito ser más cuidadoso).

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