miércoles, 11 de marzo de 2020

Historia de loa cumpleaños (Marzo 2020)



(Foto recuerdo viaje a Puerto Ordaz del 2008)
Al igual que todos los padres, tratamos de hacer algo especial en cada cumpleaños. Para el primero hicimos nuestro mayor esfuerzo para comprar la torta y demás elementos usuales para el festejo, pero sin mayor ostentación, ya que los recursos no nos daban para mucho más como era nuestro deseo. En esa primera reunión estuvieron presentes la familia materna, algunos amigos y los padrinos del bautizo católico, muy amigos de la madre. Fue una reunión muy sencilla, disfrutada por los adultos, y no consciente para el niño. Este esquema se repitió para el segundo año, durante el cual Sebastián ya empezó a disfrutar, como cualquier niño de dos años. Preparamos el tercer cumpleaños con mayor  amplitud. Podría decir que era su primera fiesta. Asistieron los hijos de nuestros amigos y todo era alegría. Los padres hablando y consumiendo alguna variedades de los llamados "pasa palos", y los niños sus ansiados refrescos, cotufas y tequeños. El corrí corrí de los niños por el patio en la casa de la abuela materna, nos hacían estar felices a todos. Sebastián intentaba correr con los amiguitos pero no se veía tan ágil como los demás. En la esquina de la casa se encontró de frente con una niña que era, no solo mayor que él, sino ademas mas corpulenta, él iba lento pero ella iba corriendo y mirando hacia otro lado, y se llevó por delante a Sebastián quien se fue hacia atrás y se cayó totalmente, pegando su cabeza con una saliente del piso. Lo recogí e inmediatamente le puse hielo. El accidente le infundió temor y se mantuvo alejado del grupo, ademas su abuela materna le llamó la atención a los niños para que no corrieran tanto, bueno  reacciones normales en este tipo de incidentes familiares. Se cantó cumpleaños y quedo como recuerdo un ligero abultamiento del cuero cabelludo, sobre el cual, años mas tarde, se produjera una herida por otra caída, accidente descrito en otro Post.  
Sus siguientes cumpleaños se celebraron en forma muy sencilla, en parte por no contar con mayores recursos para mejores celebraciones, y en parte porque preferíamos  hacerlo con nuestro entorno intimo. Ya para alguno de esos cumpleaños empezaron asistir mi hijo Miguel Daniel con su esposa Marielys, y años mas tarde se incorporó su hija, mi nieta Marielisa. 
Cuando Sebastián cumplió ocho años, formaba parte de tres grupos de influencia, a saber: el del colegio, tareas dirigidas y la Orquesta sinfónica. Ese día fue muy especial ya que por la mañana le cantaron su cumpleaños y compartió una torta con sus compañeros del Colegio Mariscal; a las dos de la tarde le cantaron cumpleaños los amigos y compañeros de tareas dirigidas; a las 4:30 PM en la orquesta también hubo celebración, muy emocionante por cierto y ya descrita en el Post sistema de orquesta. Cabe señalar que para estos momentos especiales ya Sebastian mostraba sus signos inequívocos de su condición especial, sin embargo gracias a los maestros, como demás instructores y facilitadores nunca recibió por parte de sus compañeros, algún tipo de broma o rechazo, cuando mucho,si hubo alguna indiferencia.
Para celebrar los nueve años acordamos con la madre hacer un mayor esfuerzo y hacerle una buena fiesta. Tanto la madre como mi persona gozábamos de buenos ingresos y la directora de la institución de de tareas dirigidas Profesora Iraima, nos facilitó el uso del local, y ademas contratamos sus servicios para la parte de la logística del evento. Otros contratos incluyeron todo lo que estaba de moda para la celebración de un cumpleaños, incluido un "brinca brinca", payaso, sonido y "pasa palos" a granel. Se invitaron a todos los grupos relacionados con las actividades escolares de Sebastián. Asistieron niños y niñas del Colegio Gran Mariscal, de la orquesta y sus compañeros del grupo de tareas dirigidas. Sebastian disfrutó esta fiesta y sus amigos le llenaron una caja de regalos. La caja prevista fue insuficiente y llenamos también una bolsa grande. La fiesta había sido un verdadero éxito tanto por el disfrute que manifestó el cumpleañero como por la alegría de todos los invitados que comieron y bebieron refresco hasta no poder mas. Terminada la fiesta nos fuimos a casa y él iba emocionado con su carga de regalos, todos iban envueltos de forma que la mayoría no sabía su contenido. Al llegar a caso lanzo todos los juguetes al piso y empezó a romper el papel de regalo, miraba su contenido y los iba desechando hacia un lado, y colocaba en mucho orden los que se correspondían con juguetes, pero solo los juguetes que eran de su interés, como robots, transformables, y modelos de las películas del momento. Lo demás regalos, que los dejó tirados en el piso con indiferencia, estuvieron representados por linda ropa, artículos deportivos, y adornos infantiles para su cuarto, entre otros. Cuando se le preguntaba que le había parecido la fiesta, su respuesta era muy simple, que le había gustado, sin mostrar mayor emoción, quizás no como uno esperaba que lo hiciera, pero sabíamos que había sido muy feliz, y era lo mas importante.
La mayoría de los siguientes cumpleaños se celebraron en en forma muy sencilla. Generalmente en el colegio sus compañeros de clases le cantaban el "cumple años feliz", y luego si la economía lo permitía se le llevaba almorzar lo que el escogiera, generalmente McDonald, o en su defecto Arturo's. Luego por la noche nos reuníamos en casa de su madre los familiares mas allegados, en especial sus hermanos maternos y paternos. Casi siempre estuvo su abuela materna aportando un delicioso "quesillo".  La madre se esmeraba en preparar algunos especiales bocadillos, los cuales siempre fueron el plato fuerte de la reunión. Nunca faltó el tradicional refresco para acompañar la torta. Eran celebraciones de una o dos horas, y por supuesto que a Sebastián había que sacarlo de su cuarto para que compartiera con nosotros, ya que para él era mas importante sus juegos. A la hora de cantar el "cumpleaños feliz", se colocaba frente a la torta y se quedaba mirando la velita, hasta que debía soplar y apagarla.
Cuando cursaba tercer año decidimos que invitara a sus compañeros de clases para celebrarlo en la casa en el horario de cinco a ocho de la noche. Era un compromiso mayor y ademas teníamos la incertidumbre de cuantos asistirían. Pensábamos que unos diez o doce, y se hicieron compras y previsiones para esa cantidad de muchos. !Sorpresa! se apareció la mitad de la clase, veinte muchachos entre varones y hembras, así que estábamos desbordados con lo previsto, pero la alegría de que nuestro hijo tuviera esa capacidad de convocatoria nos motivó a comprar los adicionales de ingredientes y refrescos y a preparar los "pasa palos" suficientes para mantener el grupo contento. Mas nos tardábamos en servir que la comida desaparecer de los recipientes.  Sin embargo Sebastián no estaba muy contento, pretendía meter en su pequeño cuarto a todo el grupo para que vieran un programa en la televisión. No se si lo hacía porque quería compartir con ellos el programa o porque él no quería perdérselo. No lo dejamos y ademas el grupo tampoco se mostró muy interesado en la invitación, ya que esta era una de las pocas oportunidades que tenían de compartir como grupo, fuera del la institución educativa, Así que a Sebastián no le quedó mas remedio que sumarse al grupo, pero no participaba de las conversaciones y las burlas que se hacían los muchachos entre ellos. Sobre las ocho procedimos a cantar cumpleaños, un coro de mas o menos 28 personas, que se hizo oír. Justo finalizando esta actividad empezaron a llegar los padres a retirar a sus hijos. Fue realmente un bella reunión.
Cuando se aproximaba su cumpleaños dieciséis me dijo que quería celebrarlo nuevamente en la casa, junto a sus compañeros de clases. Hablé con la madre y dudamos un poco por el hecho que la situación económica ya nos estaba afectando, y ese gasto desbordaba nuestro presupuesto, aunado a que ya todo estaba muy costoso. Revisamos las finanzas tanto la madre como mi persona y acordamos complacerlo. Eso sí, debería ser un grupo mas pequeño que el año anterior. Es el caso que uno de sus compañeros me dijo que Sebastian había invitado a todo el salón. Sin embargo yo sabía que los profesores de física, química y matemáticas daban clases especiales en sus casas esa misma tarde, por lo tanto el grupo estaría dividido y no alcanzarían a ir muchos. Así se lo transmití a la madre y calculamos para unos doce o trece muchachos. Sin embargo los compañeros de Sebastián le tenían mucho cariño, y recordaban lo espléndido que habíamos sido el año anterior, que después de las clases particulares, atendieron el llamado y fueron a pasarlo bien con Sebastián y disfrutar ellos como grupo, desafiando que tenían pruebas fuertes al día siguiente. Sobra contar los detalles de los saltos que tuvimos que dar, para suministrar pasa palos y refrescos para esa alegre muchachada, veinte en total, en los que ya se apreciaba el cambio de niños a jóvenes. Sebastián se veía muy feliz y su participación se limitaba a estar con el grupo y posar para la posteridad, en las fotos que les tomaba. Culminamos con lo tradicional de este tipo de eventos. La reunión salió muy bonita.
Para celebrar los diecisiete años, ya las finanzas no daban para hacer algún gasto mayor. A Sebastián no la cayó bien cuando le dije que no podríamos celebrarlo con su grupo del colegio. No dijo nada, solo se agacho y se quedó mas silencioso que de costumbre, entró al colegio y no se despidió, y al mediodía cuando lo fui a buscar no mostraba mayor alegría y solo hablamos de las tareas. Lo llevé almorzar y por la noche su tradicional torta y un refresco. Disfrutamos con la poca familia que le quedaba en Venezuela. La crisis había llegado para impedirnos complacer a mi hijo en su cumpleaños, y dolía porque él no exigía mayores cosas, y estar con sus amigos un buen rato, aunque no participara mucho de los cuentos de ellos, eso le hacia feliz.
Cuando cumplió dieciocho años, ya él estaba en la universidad donde los grupos son muy heterogéneos y no tiene amigos cercanos. Ya mas adelante en otros Posts contaré su vida universitaria.  Su mamá ausente del país no pudo estar. Lo llevé a LlanoMall, allí almorzamos y luego entramos al cine. Tomamos un taxi de regreso.
En nuestro barrio como todos los barrios del país, estábamos saliendo de la grave crisis eléctrica, la cual tuvo como ventaja que por la noche salíamos a la calle a compartir los adultos y la muchachada a jugar. Nos hicimos mas amigos, y los muchachos la mayoría de diez a trece años, admiraban a Sebastián, aunque él no participaba de sus juegos. Por la noche me llamaron para decirme que habían hecho una torta y que le cantarían el feliz cumpleaños. Saque una mesita y allí colocamos la torta, y esos muchacho le cantaron a Sebastián con una emoción acogedora. La cara de alegría de él contrastaba con la sencilla respuesta a los abrazos que le dieron los niños para felicitarlo. Realmente fue una noche muy emocionante.
El dos de marzo del dos mil viente, cumplió sus diecinueve años. Mandé hacer una torta "marmoleada", compré refresco, y le pedí a mi vecina Karem que preparara las cotufas, para lo cual le suministré el maíz. Procedí a invitar a todos los niños y niñas del barrio que habían estado el año anterior en la torta de los diecisiete años. Los cité para las siete treinta de la noche. No sabía se podrían asistir todos ya que tenían tareas que hacer y algunas niñas ya ayudan a sus madres en las labores del hogar a esa hora. Arreglé una mesa muy bonita con la torta en el centro rodeada de bandejas con cotufas, galletas oreo en miniatura tipo fruti lupi, y zucaritas, estas dos obviamente de Kelogg, que la madre le había enviado desde USA. A las siete treinta estaban todos en la puerta. Pasaron y se sentaron en los muebles y aunque yo debí salir a buscar a mi vecina Karem, quien me ayudaría en la logística, ninguno tomó nada de la mesa. Salió Sebastián del cuarto y comenzó la reunión. Fuimos repartiendo en ronda los previsto. Las bandejas se iban vaciando, y se volvían a llenar, y empezaron regarse las cotufas, y la alegría de estos niños contagiaba el ambiente, y yo me decía que no se necesita mayores gastos para hacer felices a los niños. Cuando se agotaron los "pasa palos" procedimos a cantar cumpleaños y cuando terminamos de cantar Sebastián no apagó la velita,  mi vecina Karen le dijo que pidiera un deseo y luego la apagara. Se puso frente a la vela encendida, entró como en un trance o una meditación que duró como dos minutos, y luego sopló apagando la vela y el aplauso no se hizo esperar. Qué pensó?, que pidió? o que deseó?, solo lo sabe él. Los muchachos disfrutaron la torta y la pepsicola, y estaban tan felices que no se querían ir y debí decirles !niños la fiesta ha terminado! Fue una hermosa fiesta.

1 comentario:

  1. Cada año se hacía mas difícil darme la mejor fiesta, y eso se que cuesta mucho hacer. No paren por supuesto, pero quiero que solo me hagan una buena fiesta con los elementos esenciales (y todos sabemos cuales son).

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