Para 25 de julio del 2018 estaba programado el acto de grado. En el mismo se formaliza la entrega del Título de bachiller acreditado por la República Bolivariana de Venezuela. Sebastián mostraba alegría por la realización de este evento y además había preparado muy bien la petición del título en representación de todos sus compañeros. El director le había entregado con antelación un párrafo que podía leer o decir de memoria. Quedó en incertidumbre si debía mencionar a las autoridades del Ministerio del Poder Popular para la Educación, o no hacerlo, lo cual se decidiría el día del acto. Él se preparó para los dos escenarios. Ensayamos el breve párrafo a fin de que le diera tanto el volumen de voz, como la entonación adecuada que tendría que hacer la solicitud a través de un micrófono con un equipo de sonido de uso profesional.
Con antelación le dije, que como no tuvimos gastos adicionales por la fiesta y demás actividades que había organizado el comité pro-graduación, le compraría un uniforme nuevo para ese día tan especial. Su respuesta me sorprendió: “yo ya me fui de ese colegio así que para que me vas a comprar otro uniforme”. Así que del ropero seleccioné el mejor uniforme, incluido el mejor par de zapatos, y estrenó solo ropa interior, que le había comprado la madre, antes de irse en busca de futuro.
El 24 por la noche se duchó y eliminó su barba y completó otros aspectos de su higiene personal. Ese 25 de julio re-iniciamos la misma lucha, levantarnos temprano, tomar el desayuno y empujarlo para que estuviera listo para la llegada del transporte que habíamos contratado. Sin embargo para él no había apuro, todo lo hizo a su ritmo, casi ritual; vestirse, tomar el desayuno, cepillarse, peinarse y perfumar un poquito su camisa. Una vez listos llamé el servicio de transporte.
Nuevamente durante el pequeño viaje al Club Luso Venezolano de la ciudad de Araure, le repetí sobre el encuentro con representantes y amigos, que ya tenía una semana sin ver. Que recibiría abrazos y besos por doquier y que debía corresponder. También revisamos el texto del corto parlamento que debía leer. Yo parecía más bien su secretario privado que su padre. Llegamos temprano al sitio de reunión, y nos dirigimos al salón principal de eventos del club. Nuevamente le recordé mantenerse atento a las expresiones de afecto de sus amigos y conocidos y además le dije: es tu día disfrútalo, permanece más tiempo con nosotros, no de vayas. Se puso serio con esos comentarios pero era la única forma que tenía de mantenerlo pendiente de todo. Sin embargo mientras esperábamos en las afueras del salón, inició su conducta repetitiva de desplazamiento de una parte a otra, pero se mantenía alerta y aceptaba los saludos de sus compañeros y otros adultos, no obstante, no se incorporó con ningún grupo de compañeros, quienes en la medida que llegaban, se reunían alegremente.
Nos organizamos en el salón de acuerdo a lo establecido en el protocolo, el cual había sido ensayado dos días antes, aunque con muchas ausencias, por lo que las instrucciones fueron, orienta a los que no saben, y así lo hicimos. Cada estudiante con sus padres en estricto orden alfabético, los demás representantes, amigos e invitados, se sentaron en la parte de atrás.
El maestro de ceremonias inició el acto con la lectura de la agenda, lo cual me permitió saber con antelación, el momento cuando Sebastián debía hacer la petición del título, así como la ubicación del micrófono que utilizaría. Por supuesto que él no estaba pendiente de esos detalles, y yo le iba informando.
Se veía muy tranquilo, como siempre, una actividad más en su vida, sin mostrar exaltación o nerviosismo, y esto si se apreciaba en muchos de sus compañeros, en especial las bellas jóvenes que se habían maquillado y parecían de mayor edad.
Se fue cumpliendo la agenda y algunos momentos fueron muy emocionantes, daba la impresión que estaba centrado en el acto, aplaudía al oír que aplaudían, más no porque interiorizara el motivo para el aplauso. Cuando el maestro de ceremonias lo nombró para que hiciera la petición del título, fue muy aplaudido, se levantó y me preguntó si debía nombrar a las autoridades del Ministerio de Educación, y le dije que no, que solamente al director. No había olvidado eses detalle. Un poco antes me di cuenta que no habían devuelto el micrófono al paral desde donde hablaría. Me acerqué furtivamente y se lo hice saber al director de ceremonia, quien al principio no me entendió, pero luego dio instrucciones de que se colocara el micrófono, sin embargo esto se hizo casi en el mismo momento que debía hablar. No mostraba señales de nerviosismo por esa parte especial de hablar ante más de 300 personas. Estaba acostumbrado a esos escenarios por sus actuaciones en música y teatro. Él se dio cuenta de ese detalle del micrófono, y cuando le correspondía dirigirse a las autoridades se tomó un tiempo que se me hizo una eternidad. No sé cuántas cosas pensó el presídium, ni tampoco el público y lo más bajito que pude le dije lee. Claro que se oyó porque yo estaba lejos. Él se acercó y con su tremenda voz en alto volumen preguntó: ¿me escuchan ustedes? Hizo retumbar el salón, las reacciones fueron varias, primero rieron y luego en coro contestaron con un largo sí. Fue su manera de asegurarse que todo estaba bien con el sonido. Procedió a leer la petición del título de acuerdo a lo que tenía en el escrito, e inmediatamente el director contesto: “por la autoridad de la ley les confiero el título de bachiller de la República Bolivariana de Venezuela”. Se armó la algarabía de los muchachos y cuando al fin se serenaron, dieron continuidad a la agenda con la entrega de los títulos y las medallas. Le dije que debía repetir exactamente lo que harían los primeros que le precedían en la lista. Llegaban con sus padres cerca de la tarima, allí se separaban, el graduando subía a la tarima por el lado derecho, saludaban estrechando la mano a todos los docentes en el mismo orden que estaban sentados. El director les entregaba el diploma, y seguían estrechando la mano del resto del presidio. Alguno de ellos les hacía entrega de la medalla; bajaban por el lado izquierdo donde la madre o un familiar, recibía la medalla y se la colocaba al graduado, quien luego pasaría a una mesa para firmar el acta de recepción de título. Cuando le correspondió, hicimos todo lo planificado. Lo flanqueamos su abuela materna y mi persona. Mas sin embargo, cuando llegó arriba solo le dio la mano a la profesora que le entregó la medalla, y fue directo con el director, pero en ese momento falló la electricidad y Sebastián no alcanzó a recibir su título. Luego de esperar unos minutos se decidió continuar el acto en la penumbra. El director le entregó su título, luego bajó y me dio la medalla y yo se la pasé a su abuela quien se la colocó y lo beso. Solo con luz de linterna celular pasó a firmar.
Bajo penumbras se continuó con la entrega de la totalidad de los títulos y medallas. El maestro de ceremonias continuó todo a capela, así como las demás intervenciones, a saber, discurso del director, orador de orden, palabras del propietario del colegio, y el orador por los estudiantes, todos lo hicieron con la mejor voz que tenían, sin que se perdiera la emoción del acto, ya estábamos acostumbrados a las fallas eléctricas, una más, aunque en un acto tan importante, no nos afectó mayormente. Obviamente Sebastián prestaba atención cada vez que yo le preguntaba si estaba oyendo. Sin embargo aplaudió mucho a su compañero José Torín a quien correspondió dar el discurso en representación de sus compañeros graduados. Igualmente cuando anunciaron que se entregarían los reconocimientos a los mejores promedios, dijo: ‘’ el mejor seguro que será Torin”. Y así fue y el aplaudió mucho, reflejando gran alegría por ese logro de su compañero. El mejor entre 75 estudiantes. Igual alegría cuando nombraron al segundo y tercer lugar. Sebastián ocupó el quinto lugar aunque no fue nombrado. Al culminar el acto se llenó el recinto de mucha alegría, y la única luz era la de los celulares y cámaras tomando fotografías de los grupos. Nos tomamos las nuestra familiar y como estaba cerca del cuerpo de profesores aproveche para tomarle fotos con ellos; pero él no buscó a ninguno de sus amigos. Solamente los que encontramos camino a la salida. No reflejaba alegría especial por tener el título en sus manos; luego de un rato de ver al resto de muchachos y padres saltando y gozando, haciéndose diversas fotos, nos dirigimos a la salida y pasamos por frente a los diversos grupos y solo accedió hacerse fotos con algunos
Le dije que lo invitaría almorzar por ser un día muy especial y me dijo:” prefiero ir a casa y tu cocinas”. Bueno así culminó el acto protocolar y terminamos en casa cumpliendo el deseo de Sebastián, me puse a prepararle su almuerzo, mientras sus hermanos y su mama, todos desde el exterior del país, le llamaron, respondiendo con alegría que ya era bachiller, finalmente continuó su rutina, en este caso se puso a ver televisión, como si no hubiese habido nada especial. Con diferentes sensaciones cada uno de nosotros dos, disfrutamos este día. Había culminado una dura lucha de once años y se había logrado que Sebastián aun con su condición Asperger, estuviera dentro del grupo de los mejores estudiantes del colegio, ganándose el aprecio y respeto de directivos, compañeros estudiantes, y profesores, y quienes exigiéndole mucho, lo apoyaron.