Han transcurrido quince días del mes de junio y la cuarentena ordenada por
el gobierno venezolano continua. Se están dando ciertas libertades de salir a
cumplir algunas diligencias y labores programadas y bajo estrictas normas de
protección, aunque con mucha gente dispuesta a incumplirlas. Trabajarán bancos
y centros comerciales, así como aquellas empresas de distribución de alimentos
y otros productos indispensables para el hogar o la salud. Se dice que el
horario es hasta medio día pero yo veo personas que no trabajan y regresan por
la tarde con sus compras. Seguramente el gobierno está apostando a la resistencia
del rebaño para desarrollar inmunidad e ir retornando a las actividades
normales. Nada se ha dicho del sector educativo. Sebastián ha seguido trabajando
en las asignaciones de la universidad. Ya envió casi todos los trabajos y una
pintura en corriente surrealista, debe enviarla a más tardar el 30 de junio,
aunque ya prácticamente la tiene terminada, y la tendría terminada a no ser que
modificó mucho el plan inicial enviado al profesor y su mente creativa lo llevó
por otros caminos, pero que existe la posibilidad de que el docente no lo
aprecie así de esta manera, por lo tanto tuve que cortar su creatividad y
devolverlo al plan inicial, para que así cumpliera con el objetivo.
Estos quince días han estado marcados por las rutinas diarias, sin
que nos afecte en lo emocional por estar encerrados. Mas sin embargo una salida
de vez en cuando no nos vendría mal y la estoy planificando para la próxima
semana, de acuerdo a como se comporte el COVID 19. Conforme ya señalé en Post
anterior, mi temor a salir y correr el riesgo de contaminarnos, es porque tengo
la incertidumbre de si Sebastián por su condición Síndrome de Asperger, pueda
tener mas sensibilidad a infectarse y complicarse, y si se infecta, pues de
manera inmediata me infectaría ya quien lo atiendo soy yo. Y por mi parte soy
una persona de alto riesgo de infectarme, por mi edad y por mi patología crónica
del sistema naso-faríngeo. Así que para no correr riesgos he preferido quedarme
en casa desde el trece de marzo hasta la fecha hoy quince de junio, y salvo una
salida al centro de la ciudad, no volví a intentarlo. Adquiero todo lo que
necesitamos en el mismo barrio donde vivimos, algunas cosas más caras, pero
pensando que un tratamiento o una hospitalización ha de salir sumamente
costosa, y con el agravante que no tengo quien pudiera encargarse de Sebastián
y que pueda atenderlo como una persona con condición especial, prefiero comprar
en mi barrio.
Sebastián se ha adaptado muy bien a las rutinas que le corresponden, desde
que se levanta hasta que debe ir a dormirse. Se levanta sobre las diez de
la mañana va al baño y hace sus necesidades, luego comienza a caminar dentro de
la casa, toma medio vaso de agua y sigue caminado. Luego se termina de preparar
el desayuno, toma este y luego se prepara el café macacino, (sin la espuma), y
luego de disfrutarlo va al baño y completa su higiene. Luego sale e inicia sus
labores de trabajo. A la una de la tarde se come uno o dos cambures, y de vez
en cuando un plato de cambur y lechosa en rodajas. Sobre las cuatro de la tarde
toma su baño de sol como una media hora y luego ordena la mesa para que le
sirva el almuerzo. Este siempre está acompañado de bastante jugo, generalmente
de lechosa, guayaba y si hay le preparo de parchita. Por la noche a las ocho en
promedio empieza su otra rutina, unos veinte minutos de práctica en el piano y
luego sus ejercicios de caminata por la casa, y esto lo hace más o menos por
una hora. Al final está muy sudado por lo cual entiendo que el ejercicio ha
sido realmente intenso. Conforme ya señalé incluye en esta rutina tremendos
saltos y carreras cortas, que no sé cómo no choca, con ciertos obstáculos que
están bajos y cómo hace para frenarse, con las carreras que emprende. Luego
reposa, se baña y cena, y continúa pegado a Netflix y ocasionalmente empieza
hacer sus dibujos. A las once le ordeno dormirse. Así que no hay mayor cambio
con lo que ya he narrado anteriormente. Esto lo hace de lunes a viernes, y los
fines de semana se exceptúa estudiar o hacer trabajos para la universidad, con
la idea que justamente salga un poco de la rutina y también aproveche su
actividad de indagación y su parte creativa, además de su navegación y demás
cosas que ve por Netflix. (Nos quitaron Directv).
Estas dos semanas hemos tenido algunos pequeños cambios en la alimentación,
ya que en general hemos sido respetuosos de comer las cantidades adecuadas y
que sean equilibradas en cuanto a los nutrientes. Nuestra vecina Karen me
anuncio por WhatsApp que iba a preparar hamburguesas, así que nos pusimos de
acuerdo para compartir los gastos. Por la noche de un día de la semana pasada,
mi vecina dijo el costo y yo le transferí el mismo, a la cuenta de ella,
coloque una cantidad adicional para compensar el trabajo y gastos. Ella no
estaba tan de acuerdo pero ya le había transferido. Lo importante para mí era que
no le había dicho nada a Sebastián, para que fuera una sorpresa en su cena, ya
que siempre rotamos, pan dulce, pan marmoleado con chocolate, pan azucarado y
ocasionalmente avena. Siempre se acompaña con algo de jugo natural y pocas
veces con algún concentrado comercial. A las ocho y treinta me llamó la vecina
y era para darme las cuatro hamburguesas que me correspondían, pero además esta
bella señora incluyó medio litro de refresco. Todo venía muy presentadito en un
plato grande, y aquello olía muy sabroso. Le grité a Sebastián que iba a pasar con
algo peligroso y que debía cerrar los ojos y quedarse en mi oficinita. Así lo
hizo y yo pasé hacia la cocina, pensando que el olor me delataría pero no
fue así. Luego de cumplir su ritual de ejercicios y de la práctica de música,
tomó su ducha, y mientras tanto yo le coloque en un plato una hamburguesa y le
puse en la nevera el refresco. No acostumbro a cenar tan pesado pero eso se
veía espectacular, así que procedía a calentar también una para mí por un
minuto en el microondas para eliminar algún riego con los parásitos de la
amibiasis de la lechuga, y me agarré un poquito de refresco, que tampoco
acostumbro a beber. Cuando él fue a buscar su cena, no lo podía creer, y
saltaba de emoción por lo especial de esta cena de cuarentena. La guinda del
pastel fue cuando agarro la botella plástica donde supuestamente había jugo y
vio que era refresco. Empezó a preguntarme como había hecho todo eso, y le
conté el sencillo procedimiento que había seguido a través de nuestra bella
vecina, que siempre tiene sorpresas culinarias y las comparte, por supuesto la mayoría
con mi colaboración económica, pero otras son regaladas. Igualmente nosotros
hacemos un compartir con ellos, en especial comidas para los niños, como pan
dulce, galletas María y cualquier alimento que se les gusta, y a ellos, les
encantan mis sorpresas. Dejé para el día siguiente dos hamburguesas, las cuales
coloque en el freezer para evitar una descomposición. Ese fue su almuerzo del
día siguiente. Dos hamburguesas con jugo de lechosa. Yo no tenía almuerzo y además
tenía flojera de cocinar solo para mí, así que comí frutas.
Anoche quince de Junio nuevamente lo sorprendí ya que preparé algo que también
le encanta a él, las cotufas. Yo retiré un poco antes de colocarles sal al
resto y en verdad que me parecían muchas. No quedan tan sabrosas como las que
se compran en el cine, ya que no les coloco margarina, pero Sebastián disfrutó plenamente
esta nueva cena especial y dejó solo cuatro granos que no se abrieron y más
bien se habían quemado.